Una Vez en la Vida

Samantha Jones trabaja en Fletcher Security. Desarrolla drones de vigilancia de última generación, hackea redes informáticas y le complica la vida a cualquiera que esté del lado equivocado de la ley.

Cuando le piden que ayude a Caleb Andrews a completar un proyecto ultrasecreto, sus habilidades informáticas no son lo único que se pondrá a prueba. Alguien quiere el programa que Caleb ha creado, y no se detendrán ante nada para conseguirlo.

Una vez en la vida es el segundo libro de la serie Sapphire Bay y se puede leer fácilmente como una historia independiente. Cada una de las series de Leeanna están vinculadas, por lo que puedes descubrir qué sucede con tus personajes favoritos en otros libros.

—¿Samantha Jones?

Sam miró hacia arriba desde su escritorio y sonrió. —Esa soy yo.

El hombre que estaba en su puerta no parecía impresionado por su cálida bienvenida. Había conocido al Agente Especial del FBI William Parker un par de veces, y en cada encuentro era igual de formal.

Al entrar en su oficina, le entregó una carpeta marrón. —Tengo los datos que solicitó sobre la Operación Zeus. La información es confidencial y no puede salir de esta oficina.

—Entiendo. — A veces sentía ganas de golpear su cabeza contra una pared de ladrillos. Como Gerente de Desarrollo Técnico en Fletcher Security, veía informes gubernamentales ultrasecretos y esquemas militares de armas de última generación todo el tiempo. Un informe que describía el sistema de seguridad de una embajada estadounidense en Moscú no la convertiría en una espía rusa.

—¿Disfrutó de los brownies que envié a su oficina?

—¿Señora?

Quizás no. —Envié una caja de brownies de chocolate a su oficina de campo el lunes. Eran para agradecer a su personal por su ayuda con el caso Munroe.

—Eso no era necesario, pero estoy seguro de que mis agentes apreciaron el gesto. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarla?

—No. Estoy satisfecha con el archivo. Llamaré una vez que esté lista para compartir mis recomendaciones.

El Agente Especial Parker asintió. —Sabe dónde encontrarme.

Sam le envió una cálida sonrisa. Lo que recibió a cambio fue una mirada sospechosa.

Antes de que lograra abrir la carpeta, su teléfono móvil sonó. Esperaba ver el número de su madre en la pantalla. Ya había perdido el cumpleaños de su padre por un proyecto en el que estaba trabajando. Si Sam no podía ir a la boda de su hermana, la desheredarían.

Afortunadamente, la llamada era de su jefe, John Fletcher.

—¿Puedes venir a verme? —preguntó.

—Claro. Estoy en camino. —Sam estaba acostumbrada a sus reuniones inesperadas. John dirigía una de las empresas de seguridad más grandes y reconocidas de América. Además de la protección personal, desarrollaban y vendían algunas de las opciones de seguridad más avanzadas del planeta. Y ella estaba a cargo del equipo de técnicos, físicos, matemáticos y especialistas en computación que reinventaban los productos imposibles de crear que nadie había visto antes.

Antes de cerrar la puerta de la oficina, tomó un par de archivos que quería discutir con su jefe.

Su asistente personal le entregó un papel. —Tu mamá llamó. Le dije que estabas en una reunión.

Sam suspiró. —Gracias. Te lo debo.

Hailey sonrió. —Mi amabilidad puede ser retribuida con un cappuccino doble.

—Hecho. Si mamá llama de nuevo, dile que la veré esta noche. Voy a ver a John.

—De acuerdo. ¿Quieres que reprogramemos tu cita de las dos?

Sam miró su reloj. Vivir en Bozeman tenía ventajas definitivas, especialmente cuando se trataba del tráfico casi inexistente en hora punta. —Debería estar bien. Te enviaré un mensaje si parece que llegaré tarde.

—Suena bien.

Después de verificar que tenía todo lo que necesitaba, se dirigió hacia las escaleras. Mientras John no tuviera otro proyecto para su equipo, estaría contenta.

* * *

Sam llamó a la puerta de la oficina de John. —¿Está bien si entro?

Él miró hacia arriba desde detrás de su enorme escritorio de caoba. —Por supuesto que sí. Gracias por venir a verme con tan poco aviso. Toma asiento.

Si Sam tuviera que describir a su jefe en una palabra, sería “amable”. Realmente le importaba la gente que empleaba y hacía lo posible por asegurarse de que todos disfrutaran de su trabajo.

Se sentó en una de las sillas frente a su escritorio. —¿Cómo puedo ayudar?

—Tengo un nuevo proyecto que creo que te interesará.

El corazón de Sam se hundió. Su equipo ya estaba trabajando a plena capacidad. Si John quería que asumieran otro proyecto, algo más tendría que quedar en pausa.

—¿Has oído hablar de Caleb Andrews?

Ella sacudió la cabeza. —Su nombre no me resulta familiar. ¿Qué hace?

—Es un consultor de TI. Hasta hace un año trabajaba en Washington D.C. Cuando finalizó su contrato, regresó a Montana. Tiene un problema con un programa que está desarrollando.

—¿Y quieres que mi equipo revise lo que ha hecho?

—Quiero que tú revises lo que ha hecho. ¿Tienes tiempo?

El proyecto principal en el que estaba trabajando estaba en una etapa crítica. Si lo dejaba para ayudar a un nuevo cliente, no cumpliría con su apretado cronograma. —¿Podría otra persona de mi equipo ayudarlo?

—Caleb está trabajando en un proyecto que involucra perturbaciones electromagnéticas. Has trabajado con el Departamento de Defensa en el proyecto del satélite Alton.

Esta vez, la respuesta de Sam fue más cautelosa. Nadie, excepto funcionarios militares y gubernamentales de alto rango, sabía sobre su participación. —Eso fue antes de que comenzara a trabajar aquí. El proyecto Alton era clasificado.

—No sé exactamente qué estabas haciendo, pero suena similar al proyecto de Caleb. Nadie más en tu equipo tiene la experiencia técnica o práctica para ayudarlo.

John no le pedía a menudo que dejara todo para asistir a otro cliente. Y cuando lo hacía, podías garantizar que había una buena razón.

Aun así, seguía preocupada. —La EMP es un campo altamente especializado. La mayoría de los consultores de TI están más enfocados en problemas generales de redes y programas.

—Caleb no es un consultor de TI común y corriente.

La mirada firme de John le dijo más sobre su cliente que las palabras podrían haberlo hecho.

Sam trabajaba en una industria llena de especialistas que nunca hablaban sobre su trabajo. Su área de especialización podía ser tan enfocada que era difícil encontrar a alguien que pudiera ayudarlos.

—Pediré a alguien de mi equipo que trabaje en la Operación Zeus. ¿El Sr. Andrews vendrá aquí o lo encontraré en otro lugar?

—En esta etapa, es mejor que vayas a él. Vive cerca de un pueblo llamado Sapphire Bay. Está en la costa del lago Flathead. Te enviaré su información de contacto por correo electrónico.

—¿Cuándo quieres que comience?

—El lunes por la mañana.

Eso dejaba dos días y medio para poner a alguien de su equipo al día con sus otros proyectos. No era imposible, pero ambos tendrían que trabajar durante el fin de semana.

Sam miró las carpetas. —Supongo que el proyecto del Sr. Andrews tiene prioridad sobre el otro trabajo en el que estoy involucrada.

John asintió. —Si hay algo que no puede esperar una o dos semanas, házmelo saber.

—Debería poder reprogramar la mayor parte de mi trabajo.

—Gracias, Sam. Aprecio tu ayuda.

Sam se levantó y le estrechó la mano a John. —No lo habrías pedido si no fuera importante. — Mientras salía de Fletcher Security, revisó la hora. Tenía quince minutos para conducir a través de la ciudad y hablar con un profesor sobre regeneración celular. Si había algo que podía decir sobre su trabajo, era que nunca era aburrido.